No importaba el hedor, el aspecto indescriptible: bastaba el encantador toque presidencial para no preguntar.
El lápiz recibió la muerte con una sonrisa, pues todas las tristezas que contó fueron ajenas.

Las manos dejaron atrás al cuerpo, para dedicarse completamente al tambor.
Tenía la lengua correcta, pero el clima desencadenó sus malas palabras.
Sus sueños más elevados terminaban oscureciendo alguna nube.
De nuevo me quedo con el lápiz. Estoy viendo que da mucho juego. A veri si me da a mí alguna idea.
Saludos
Gracias por tus comentarios. Mucho se ha escrito a lápiz, era hora de escribir para él, gracias por unirte a este movimiento, jaja. Saludos! Próximamente saldrán más microcuentos tuiteros.