Los conquistó con sus palabras, los cautivó con sus ropas, y los devoró con sus fauces.
La hormiga miraba a sus amigas, decidiendo cuál le ayudaría a cargar el asteroide.
Tortuga: La paciencia que tuvo con el caparazón, le duró para siempre.
Y solo en el rincón sacó su pequeña noche, su oscuridad portátil.
Y el grito tuvo que recurrir a una boca prestada para salir.