Como árbol, su vida terminó abruptamente. Como guitarra, le cantaba a la vida.
Era cristalino como la nieve, se veía como ella, pero era un desierto de sal.
Los dos mundos eran rosa. El piloto automático eligió por él.
Despertó, dejó atrás el barco y siguió siendo hormiga.
A falta de ovejas, contaba las lanas de su bufanda.