En ojos del enamorado, el nubarrón fue un destello de baile y sonrisa.
Más que una pirueta, transmitió un sentimiento en un abrir y cerrar de dedos.
Cuando alzó la vista, se dio cuenta de que no era el único con el corazón en la mano.
Los pies siempre estaban listos para la caída mortal, pero fue el rostro el que sufrió la caída de la bailarina.
La bailarina lo conmovió tanto que al final salió caminando con vergüenza, tropezando con sus lágrimas.