Ni restos de nube ni canguil en flor. Apenas un sembrío de algodón.
Al final de la presentación, las zapatillas se fueron en busca de otro bailarín.
Mientras la bailarina arrancaba suspiros, su novio arrancaba las pertenencias de los espectadores.
La gota creyó que volaba, hasta que chocó contra la dura realidad del concreto.
Tenía un destino, un remo y un bote. Solo le faltaba un mar.