Nunca daba la cara en los asesinatos, solo su firma.
Y en el boca del gigante, el diminuto dentista empezó su lucha contra las caries.
Nadie dudaba de que era un perro, hasta que lo veían cazando ratones junto a los gatos.
La vida le parecía un enorme tacho de basura vacío, hasta que un gato negro entró a poner color en su vida.
Cuando su madre lo llamó a comer, toda la vida de su ciudad se redujo a una rueda, un suelo y dos muñecos.