A falta de imaginación, construía castillos en la arena.
Sus problemas no habían terminado cuando acabó la sesión, pero sí su dinero.
Solo había un paso entre ellos, pero su miedo creaba un abismo lleno de titanes.
Antes de irse, los ratones pusieron los platos en su lugar, sin rastros de comida ni de gato.
El reloj no necesitaba un cambio de pila sino de mano. Todas le resultaban demasiado apresuradas.