Mientras se maquilla la amargura desaparece del espejo. En un par de horas volverá a salir de Hado Rosado.
No era que a la tortuga le faltaban ganas para jugar, el parque le quedaba demasiado lejos.
Sonreía, tenía cierta inocencia en sus ojos pero la sangre en sus labios delataba su crimen.
Y a la noche, las sobras de la fiestas son recogidas y se convierten en banquete.
Por el bien de la música, la flauta atrapó la lengua del flautista desafinado.