La bruja apenas hizo nada y ya lo tenía hechizado. Lo difícil fue quitarlo de encima.
Entre aullido y aullido, la luna se fue desvaneciendo y del lobo apenas quedó un hombre.
Al final de las risas y cuando nadie mira, desvisten al hipopótamo y le vuelven a colocar las cadenas.
Lo entrenaban cada día, lo amaron por años… pero nadie entrenó a los humanos para no llorar en la despedida.
No era una letra mal escrita, era una letra perdida en un alfabeto extraño. Con todo, el borrador le pasó encima.