Y la arena fue encerrada entre cristales, sin playa ni cangrejos, sola.
Muerto su músico, la guitarra dejó ser un instrumento de pasión, se volvió decoración.
Y cuando se quedó sin nada que decir, el escritor por fin le abrió los brazos a la muerte.
Le dijo que era especial, pero el día era tan corriente que atrapó su mentira en el aire y le negó el beso.
Fue repudiado en secreto, rechazado en público y asesinado en privado. Al final los gusanos aceptaron su carne.