Y cuando dejaron de bailar, el silencio por fin dejó de resultar incómodo.
Por un momento se sintió sola, como una gota de agua dulce arrojada al mar.
Tenía la soga lista, pero el árbol le pareció tan lleno de vida que deshizo el nudo, y vivió para contarlo.
De repente salió una mano infernal, roja, verde y azul, con tentáculos… no parecían los restos de calcetines.
No tenía defectos de fábrica, simplemente era un ser humano, y el manual de instrucciones estaba en desarrollo.