Hace mucho que seguían ningún rastro en la nieve. No los llevaban hacia la salvación, avanzaban hacia la esperanza.
Cuando finalmente salió la lágrima, el sentimiento había pasado. Ya no estaba triste, así que se dedicó su sonrisa.
Le dio un beso antes de quitarle el rosario. Lloró de rabia: no podía enterrarla, debía continuar escapando.
Escribía para sobrevivir. De no hacerlo, el que firmaba los libros le cortaría un dedo. Le quedaban siete.
Piano: Su mundo era blanco y negro hasta que llegaba el pianista y le arrancaba colores y paisajes.