
No es un faro, respondió su padre, es la luz que se enciende en memoria de la Luna.
Y conforme se alejaba de la sala de cine, sus ganas de cambiar el mundo desaparecían.
Se quedó en la butaca con pretextos de sueño. Su temor por la realidad había regresado.
Y luego de llegar al otro lado del mundo, la cuchara finalmente se hizo polvo, regresó a la naturaleza.
Y tras la última foto, las fanáticas seguían aferradas a su cantante favorito. Si nunca partía, nunca tendría que regresar.