
No era un cine hiperrealista, era un incendio común en la sala.
El aceite saltó y empezó a freír la mesa, el grifo y las ventanas. Incluso soñando, era un desastre en la cocina.
Cuando la luz al final del túnel se volvió de colores, dejaron de temer por sus vidas. Tarde o temprano dejarían de alucinar.
Por más que cerró el libro, supo que su personaje había muerto en otras ediciones, en otros libros, en otras manos.
Y en medio de la tormenta cósmica, el llamado de su madre los hizo caer de la cama, regresar a la Tierra por provisiones.