Ambos llegaron tarde el amor: sus sentimientos no se encontraron, estaban perdidos.
Cada vez que la veía sonreír le parecía menos extraña, y empezó a pasar más junto a ella, para extrañarla menos.
No estaba armado, ni siquiera era violento, pero temblaba terriblemente, y siempre su amor quedaba a medio camino.
Nuevamente, nada salió de la guitarra, y el guitarrista continuó tocando de memoria. La sordera había vuelto a atacar.
Oyó al tren aproximarse, se imaginó corriendo junto a él, saltando, recorriendo el mundo… y su examen seguía sin terminar.
