No creía en la magia, hasta que el malefició le alcanzó: entró por su nariz, llenó sus pulmones, lo congeló desde dentro.
Le dijeron que sería mejor si llevaba una rosa, no le dijeron cómo arrancarla. Entregó un sangriento tributo de amor.
Ritual: Bailaron, bailaron y bailaron pero la única agua que cayó fue salada, fue la que transpiraron.
Ya no podía seguir sus pasos, cuidar su sombra. Tampoco espiarla ni contemplarla: ahora tenía una orden de restricción.
Y cuando reunió a las hormigas necesarias para la carga, el niño finalmente puso la basura en su lugar.
