Y de repente la vitrina, la celda transparente de una mujer desnuda. Inmediatamente golpeé una de sus paredes. Intenté mirarla a los ojos, al tiempo que le señalaba una silla para que se siente. Ella río, empezó a acercarse. Di media vuelta y empecé a retroceder, esperando que alguien me pidiese que salude a la cámara escondida, pero en lugar de eso recibí varios dedos en mis ojos y en mis orejas. Por los chillidos, supe que se trataba de mis compañeras Hubo gritos, roces que se volvieron golpes… Y de repente siento un rayo en mi mano. Levanto el puño; me arde la garganta. Cierro los ojos en espera del golpe final, temeroso de abrir los ojos, volver a la realidad. Pero ya no había ni vidrio ni mujer.
