No podía darse el lujo de soñar, apenas podía pagar el alquiler.
El silencio fue más fuerte que la distancia, y finalmente la amistad se convirtió extrañeza.

Ya viejo y con las alas marchitas, el Hado Rosado aterrizó por última vez.
La pulga esperaba su perro para reunirse con sus amigas, pero este no llegó al otro lado.