No hacía tanto frío y aun así sus manos empezaron a dolerle. La lágrima no apareció hasta atrapar el aire entre sus dedos.
Cuando la bandera fue escupida de vuelta, supo que aún le faltaba para conquistar la montaña.
Cuando descubrió una huella dejó de seguirla: los dioses no dejan rastro.
No era un fantasma sino un personaje huyendo de su final.
