Tras haber arrojado los restos de comida en un tacho, la anciana volvió a sentarse en el sillón abandonado. Sacó una libreta, pequeña, descolorida, frágil como ella. Revisó las notas e hizo algunos tachones. -Si no en este refugio, en el siguiente-, repitió para sus adentros. Sonrió y siguió caminando.
