Te esperaré en la oscuridad artificial, sobre el suelo cual perro en luto. Cuando obstruya en silencio la entrada, me dejaré invadir por pulgas ajenas, dejadas por anteriores habitantes del suelo.
Ahora la tarde pasa sobre mí. El mundo se desplaza bajo mi propio hocico.
Mantendré mi posición frente a la puerta: inmóviles los huesos, el viento no sacudirá nada más que mi pellejo.
He decidido levantarme, alertado por un olor a sangre. Puede ser mía, o provenir del río más cercano.
Evitaré parecer una estatua de verdad.
Basura tras basura, las sombras empiezan a humedecer mi oscuridad. Ya han entumecido tres de mis patas, y temo que de un momento a otro será inevitable prescindir de ellas.
Mi pico titiritará de hambre, al compás de un pájaro forastero.
Mis silbidos salen temblorosos hasta que
tus colmillos.
Y la nieve esperándome arriba, en mi nido.