Primero el Poema Triste
No puedes esconderte de las dudas
ellas van y vienen
acosadoras
y punzantes
–
Antes de tus ojos no tienen forma
pero bajo ellos se vuelven
escarabajos
aguamarinas
y peces
–
¿Ya se marcharon?
–
Quedan sombras de colores
huellas liliputenses
entre aromas de bocas
alcoholizadas
–
–
Ahora la reflexión
Escribí esta historia en el bar. Había entrado precipitadamente a causa de la tormenta, y la puerta se cerró con fuerza a mis espaldas. Me emocioné cuando ella regresó a ver, pero no me reconoció. No parecía esperar a nadie, y nadie se sentaba a su alrededor. ¿Olían su soledad?, ¿huían de ella? Yo la vi con amor y tristeza: si no me recordaba, ¿cómo acercarme y preguntarle por su padre, sus hermanos? Me angustié y fui a sentarme cerca suyo, tembloroso y asustado. Clavé las uñas en la silla, cerrando los ojos, en espera de una de sus sorprendentes patadas. Nunca llegaron, y eso que sentí el aroma de sus botas. Quería llorar, tanta vida compartida para nada. Si le preguntaba algo privado, seguramente se exaltaría. Si empezaba a hablarle de trivialidades, corría el riesgo de ser alcanzado por sus dientes. Empecé a beber mientras añoraba nuestro pasado y, entre bebida y bebida, escribí el poema viendo a las cucharas del lugar, al compás de una lluvia infinita. Una vez borracho y con nueva masculinidad, me levanté, decido a besar su mano y entregarle el poema. Pero el alcohol sólo me dejó llegar al suelo, y me arrastré, tierno amoroso sobre las tablas mugrientas. (Al menos eso quiero creer, en realidad me sacaron a patadas por no pagar).
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ya sabes Sebastián lo mala que soy para los comentarios… sólo recordaré tu primera percepción…y lo que ella tenía que ver con tus ojos 😉 jaaa…