Y una noche, la nariz de Rodolfo deja de brillar. El trineo se estaciona mientras Santa busca una solución. Ahora Rodolfo es como cualquier reno, ya no es imprescindible. Se pasea alrededor del grupo, que arroja ideas para poner luz en su camino. Rodolfo estornuda. Primero una vez, luego otra, y otra, y otra más. Terminaron reemplazándolo con una linterna. Todos lo acompañaron a su casa, lo cobijaron, y prometieron llevarlo el próximo año. Pero Rodolfo ya no quiso volver. Ahora busca una nueva vida para su nariz sin brillo.