Scrapi es un perro, y eso no basta para describirlo. Su madre era de color negro, y su padre… Bueno, Scrapi es café y es de tamaño mediano. En ocasiones suena como un cachorro, generalmente cuando nota la presencia de mi madre, y así consigue uno que otro bocadillo. Cuando pone sus patas delanteras sobre una ventana, parece un osito que quiere saludar. Es muy expresivo: duerme tan profundamente que más de una vez he creído que ha muerto envenenado. (Es tan profundo su sueño que ni siquiera sintió a los ladrones que una vez nos robaron un tanque de gas). Con sus orejas y sus cejas es capaz de producir desde estupefacción hasta ternura; y come las plantas de las macetas casi con delicadeza. En cambio devora su comida con ferocidad, e inclusive es capaz de cogerla suavemente cuando le extiendo algo en mi mano.

Hay ocasiones en la que se recuesta, no sé si de alegría o a desperezarse, y yo aprovecho para jugar con sus patas. Solo una vez me ha mordido, por accidente: él estaba peleando con otro perro, y yo los separé con las manos. Sí, más fuerte fue mi deseo de separarlos que la prudencia.
No sé hace cuanto le digo Perrosaurio, pero así lo llamo casi todas las mañanas cuando le doy la comida. Ha tenido varios nombres, derivaciones de su nombre original: Scrapo, Scrape, Scrapisaurio… Un sujeto lo llamó -sin fundamentos- El Comehombres. Al respecto cabe mencionar que nunca se ha comido ninguno, y como dije antes, ni siquiera mordió a los ladrones que una vez robaron la casa.
Tiene más vocación de perro que de guardián, y hasta eso se puede poner en duda, dada su amistad con el gato de la casa. Es más, nunca pensé que un gato podría pasearse frente a su comida y jugar con su cola. Ni mucho menos que se podría capturar un momento como este:
Próximamente hablaré sobre ese gato.
Actualización:
Hace tiempo que Scrapi echó su última siesta; la vejez deterioró su forma de disfrutar la vida, pero quedan sus gratos recuerdos.
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