Hace apenas un día, su abuelo le había hablado de lo fugaz que iba a ser su vida, y ahora su padre lucía viejo; jovial, pero exhausto de tanta paternidad. ¿Cuándo tuvo tiempo de procrear tanto?, se preguntaba mientras volvía a su agujero. Dejó la comida y salió nuevamente a la carrera. Debía repetir el trayecto por lo menos diez veces más para asegurar el bienestar de sus hijos pequeños. ¡Por lo menos de los pequeños! A cada viaje, cada vez había menos criaturas pequeñas pero igual apetito. La comida parecía encogerse en su presencia. En la última carrera, un relámpago le atravesó el vientre. En menos de una semana, su familia también fue exterminada.